domingo, 6 de septiembre de 2009

¿TEOLOGÍA DE MUERTE O TEOLOGÍA DE VIDA?

Hasta hace poco la doctrina cristiana (en cualquiera de sus expresiones históricas) surgía de un mismo principio teológico: La muerte.

Muerte fue el juicio decretado por Dios para Adán y Eva culpables de incredulidad y desobediencia.

Muerte también era la sentencia para aquellos que transgredían la Ley del Sinaí aun en aquellos preceptos más minúsculos e insignificantes. Muerte debían de dar los judíos a cualquiera de los animales permitidos por la ley en busca de perdón.

Para librarnos de esa muerte heredada desde Adán, y ratificada por la Ley, Jesús el Mesías viene como la revelación del Dios invisible, de su amor eternamente magnánimo, y con su muerte nos otorga perdón y salvación.

Toda muerte es violenta, es el sumun resultado de un conflicto. En donde el dialogo, la razón y la buena voluntad de acuerdos y el perdón fracasan, se impone la violencia y al final la muerte.

Esta identificación filosófica con la muerte, y su presencia en el devenir de los pueblos mesopotámicos quizá se derivó de la realidad misma en la que estos pueblos y tribus (nómadas en su mayoría) se desarrollaban.

Un clima adverso, el asedio violento de otras tribus y pueblos, la necesidad de conquistar o apropiarse de recursos en manos de los otros. La única manera segura de sobrevivencia en aquel contexto era sin lugar a dudas la primacía de la violencia y por ende de la inevitable muerte.

La muerte a echado raíces a lo largo del desarrollo de la teología oriental, y aun de su misma jurisprudencia. Lamentablemente al hacer una traspolación del pensamiento teológico del cristianismo de aquellos lares hacia nuestros pueblos, y a pesar de la superación de la violencia como medio de resolución de conflictos (hoy proscrita en la mayor parte de códigos judiciales) hemos proclamado un evangelio de violencia, de muerte, contrario al de Jesús el hijo de María, que fue un evangelio de Vida, de paz.

El concepto Judío de que el derramamiento de sangre era lo único que podía limpiar los pecados, fundamento del pensamiento paulino para presentar a la muerte de Jesús de Nazaret como el único medio de salvación. Sin embargo una lectura detenida de la enseñanza de Jesús así como de su vida, nos muestra claramente que no es su muerte la que “salva” al ser humano y a los pueblos de la tierra, sino mas bien su vida, el hacer de sus principios de vida los nuestros, y el permitir que el Jesús resucitado, vivo, nos alimente con su vida a diario.

Es hora de escribir y proclamar una teología de vida, de paz, de perdón, de dialogo, superando el anacronismo conceptual de oriente de violencia, castigo y muerte.

Que el Jesús que vive por los siglos de los siglos nos ayude a aprehender de su vida para hacerla nuestra vida.

Revdo. Edison Narváez

Dr. En Educación Cristiana